En las millones de ocasiones en que fantaseé con lo que sucedería hoy, es sorprendente que nunca imaginé una situación tan cómoda, emocionante ni, mucho menos, agradable. Hoy no puedo quejarme de absolutamente nada de lo que ha sucedido, puedo sentirme feliz y lucir una sonrisa que seguramente durará varios días. Eso, aun sin haber asimilado del todo mi supuesta nueva situación. Digo supuesta porque, hombre, uno no se acuesta un día siendo predoctoral y al día siguiente sufre una extraña mutación genética que modifica sus motivaciones, deseos, aspiraciones y sentimientos. Vaya, que doctora o no doctora, sigo siendo la misma. Y, al final, gran parte de lo que quedará en mi cabeza de este día serán detalles de una jornada muy especial: las imágenes de los miembros del tribunal afirmando, conmigo, que sí, hacía falta recuperar la poesía de Aurora; las imágenes del jefe disfrutando de cada palabra, sonriéndome y dándome confianza desde la barrera; el brindis en la comida; las risas en el café; mi primer paseo postdoctoral haciendo planes editoriales; y las decenas de mensajes de mail, móvil, chat y facebook que todos vosotros fuisteis dejándome, ya desde días atrás. Lo que parecía que iba a ser una defensa solitaria, recordando a los muchos que vivís lejos, que os fuísteis de postdoctorado o que teníais curro que cumplir y no podíais celebrar con los mojitos y cañas prometidas, se convirtió en lo único y principal que debía ser: el homenaje a Aurora, la verdadera protagonista de todo este montaje. Y en la evidencia de que, en el fondo, todos estábais de algún modo presentes.
Dejadme, de todos modos, que recuerde a alguien en especial. Porque el día de mi defensa comenzó mucho antes de lo esperado cuando, ya a punto de acostarme, recibí un mensaje de Jh. Un mensaje de esos que dejan un nudo en el estómago y una lagrimilla a punto de salir. Porque supongo que, hasta entonces, no había sido consciente de lo mucho que le iba a echar de menos, y lo mucho que significaba su presencia aquí. Sí, vale, lloré a mares cuando llamó diciendo que le era imposible viajar, pero consciencia real de la situación... no, realmente no la tuve hasta hoy.
Todos los que me conocéis un poquito, sabéis que este trabajo era para mí mucho más que solamente un proyecto académico o laboral. Durante 5 años convertí a Aurora de Albornoz y su historia en parte de mi vida, de mi propia historia, y en fundamento de muchos otros proyectos que se salían del ámbito estricto del doctorado. Y sucedió que las personas a las que iba encontrando en el camino, entraban a formar parte directa de ese universo, y a hacerse insustituibles. Tener a Jh aquí era tener a uno de esos seres insustituibles, pero era también tener al lado a un pedacito de sangre de Aurora, alentándome y motivándome desde esa tierna discrección que le caracteriza.
Hace unas horas le dediqué mi tesis delante de muchas personas que le quieren tanto como yo, y que le echaron también de menos. Ahora vuelvo a dedicársela, delante de vosotros.
Porque dedicarle mi trabajo es, al final, dedicárselo a ella. Va por vosotros, Jh y Aurora.
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Hace 6 años