Utilizo muy habitualmente esta expresión, y en realidad creo que muy poca gente sabe a qué me refiero. Pues bien: ya iba tocando que en este blog aclarase algún punto "sensible" del tema. El capítulo de hoy se titula así:
cómo vencer la timidez.
Si eres, como yo, alguien a quien no le gusta entrar solo en un local o, si lo hace, prefiere un lugar no demasiado abarrotado de gente -y mucho menos bailando-... necesitas una peluca.
Hace meses, cuando por primera vez visitaba Madrid para conocer a mis compañeros de asociación, me llevaron a un sitio que se ha convertido, desde entonces, en parada fija de todos -o casi todos- mis viajes a la capital. El Bukala.
Recuerdo haber entrado aquel día del brazo de alguien y con cierta reticencia: una calle estrechita, poco conocida; una puerta minúscula; escaleras de bajada... Pero al escuchar los primeros acordes, desapareció el problema. ¡Palito Ortega y su Corazón Contento!
Y así, hasta el infinito. Música de los 60 y 70, fundamentalmente. Algunos grandes temas -ya clásicos, en realidad- de la movida ochentera. Y algún -pocos- éxito de los 90.
Y lo mejor: pelucas para colorear los bailes, camareros acompasados con los movimientos de la gente, y gominolas acompañando las bebidas.
Y entonces, nació el espíritu... Alguien te da una peluca, te la pones no sin cierta vergüenza, te sacan un par de fotos haciendo el tonto, y a la que te das cuenta, estás bailando con un montón de rizos de color rosa en el pelo, muerto de risa, cantando a voz en grito y gesticulando la canción con alguien a quien probablemente no conoces demasiado.
Ya está: has sido poseído por el espíritu de la peluca. El espíritu de la diversión, de la desvergüenza, del buen rollo. Deberíais probarlo.
A partir de aquel día, la música que ambienta el local se convirtió, en mi forma de hablar, en "música de peluca". Otros la llaman "música hortera", pero como soy filóloga y me gustan los matices, reservo la segunda parte de esta reflexión sobre las pelucas para explicaros en qué se diferencian una canción de peluca y una canción hortera.
A ver si Cuchufletas y yo dejamos de discutir por el término...